31 de mayo de 2008

Papel innocuo.

He aprendido a volar.
Ya no me da miedo el sol, ya no me asustan las nubes.
El cielo parece hoy más inofensivo que ayer. Creo que sé volar.
Alzo mis brazos y me elevo.
Mis pies abandonan tierras pedregosas, y voy poco a poco perdiendo consciencia, sentido, dolor. Estoy ganando templanza, imaginación, coherencia.
Creo que sé qué significa ser volátil. Me fundo con la gravedad. Me sobra el oxígeno.
Estoy volando.
Los árboles se hacen pequeños, las personas parecen insignificantes desde aquí; el campo es fértil y sonríe. Los edificios son de juguete. Yo soy de papel innocuo y estoy volando.
Me olvido de recordar, no recuerdo saber pensar, y me desnudo al pasar la atmósfera.
Cuerpo de plastilina, extremidades de cartón, cabeza ligera y arrugado corazón.
Me siento la pura de las impuras, blanca flor tostada, azul camaleón dorado. Ilusión enamorada, eternidad robada, belleza absoluta en el atisbo de la naturaleza.

Yo sé volar.

28 de mayo de 2008

Liberté.

¿Puedes tú decirme qué se siente al sentir?
He perdido el norte, antes me gustaba el sur, ¿dónde estoy?

La historia continúa un ritmo incapaz de verse alterado, se me caen los ojos, y mi cuerpo ansía liberté, como decía aquel, ¿por qué no me puedo marchar? ¿Por qué te empeñas en anclar mis pies a esta tierra sucia? Déjame, que prometí tocar las estrellas.
Déjame, déjame hasta que venga ese que me desnude. Recuerda que pedí revolución, y revolución parece haberse entretenido por el camino.

Pero, mira, los pájaros vuelven a salir a cantarnos la bulería del amanecer, quizás sería momento de recoger mis bártulos y huir al tierno país de las maravillas, ¿crees que Alicia me estará esperando? El conejito blanco murió, no estará allí. Murió porque su reloj murió, y no hubo nueva hora para él.
No te entristezcas, que ha salido el sol. Vente conmigo que te llevaré allá donde vaya yo. Suelo sonreír. Tú también sonreirás.

Y dime, ¿dejarás luego que despegue? Me aguardan.







Ven, futuro.

23 de mayo de 2008

Falsos desdenes.

Yo no sé lo que quieres, ¿acaso sé qué quiero yo?
Estoy aquí igual que podría estar allí.
Ando, camino, me descalzo, quemo la ropa, y tú no me ves.
Dime, ¿me ves?
Es una batalla perdida, ¿cuándo acabó la guerra? Me despisté. Fue más astuto el cazador. Te cazó.
Mírame, vuelvo a estar aquí, como la última vez. Yo no marché.

He lanzado por la ventana tus palabras, qué decir de los besos. No conservo ni uno. No los quiero. Tu dulzura consigue amargarme.

Y yo no te recuerdo. Tú pareces recordarme en roces. Ese es tu estilo, ¿recuerdas el mío?
Da igual, nunca fue necesario, a mí no me importó. Veo restos de mi carmín en tus manos, en tu hombro derecho, en mi pierna izquierda; esa que tanto te gustaba, esa que tanto tocaste. Esa que fue feliz tumbada en bancos.

Miento, me gusta mentir. Te miento cuando te miro, te miento cuando te hablo. Miento en el desdén.
Déjame mentir. Mis uñas han superado tu indecisión. Mi cuerpo no añora tu sensualidad desconocida. Soy parte del mundo que no elegí, pero elijo y, yo, me alejo. Quédate. Nos reencontraremos. Mi pierna aún ansía compañera.

12 de mayo de 2008

Un toberllino y una cuestión encorpada.

Y después de todo, aún intacto se resguarda en mí un trozo del torbellino del que huí,
del que huyo,
del que me persigue y empapa.
Aquel que consistía en malas estrellas y lunas atravesadas, el que se miraba las manos y pensaba en voz alta, y sin querer "parece hoy más vacío que ayer". Aquel que no mentía. Pero se mentía. Porque huía, porque se huía.
El que se rompía y sólo recomponía el escaparate. Porque era más fácil así, porque era más fácil para él.

La incuestionable cuestión de los miedos y de las ambiciones que crecía en cuerpo de niña, y que ahora se ha hecho mayor, y no parece más maduro, sino más viejo verde, y sólo da consejos porque nadie antes se los dio a él. Porque los pide. Porque los necesita, porque parece hoy más vacío que ayer. Porque está hoy más vacío que ayer.

Y aunque le falte memoria, le sobra ilusión, y aunque sea un capullo en medio del jardín, ya se clavó espinas en las manos y en el pecho, y aunque mire para adelante avistando una pared, es un rompetechos.
Y aunque gesticule mucho ocultando el nerviosismo, tiene por bandera el despojo y la recogida, y la caída y la perseverancia.

Creció, y después de todo, se pelea de cuando en cuando con aquel instigado torbellino.

4 de mayo de 2008

Buenos días.

Estoy despierta.
Sigo despierta.
Una parte del mundo se fue a dormir y yo ya estaba despierta.
La otra parte despertaba y yo ya estaba despierta.

¿No me vas a regalar un
Buenos días?
¿Dónde estuviste anoche, después de que yo te dejara allá en tu planeta?
Procuré buscarte en mis sueños, pero anoche no hubo sueños.
Dime, ¿dónde estuviste anoche? Morfeo se olvidó de remeter mis sábanas y no encontré ningún dedo de tu mano debajo de mi almohada, como cuando poco a poco estiras el brazo intentando ser el único propietario del rincón nocturno y yo aprieto bruscamente los ojos entregándote la mentira que tú más aprecias.

¿Crees que sería adecuado si me acomodo junto a otro café? Me gustaría saber dónde estás sentado, quién está absorbiendo tu dióxido, cuánto zumo has tomado hoy.

Venga, mírame. El cielo se ha oscurecido, me pide revancha, dice que hoy no ganaré. Bueno, dudo estar en posesión de la fuerza necesaria para desterrar mi cabezonería más profunda y enfrentar el duelo. Te veré, y tú posiblemente me verás, y vendrás dispuesto a ocupar mi territorio, y yo te volveré a mentir, tú te harás el sorprendido y yo te miraré, y entonces tú, posiblemente me mirarás.

Buenos días.