Historia de un suicidio emocional.

Se hallaba entre el deseo y la estabilidad, entre lo no debido pero querido y lo no querido pero debido, siempre ante el altar de su seguridad o el camino a la caída del abismo.
Decidió sucumbir a la pasión del tormento y la sangre fría del amor y su reloj se paró en la hora en la que probó el sabor que tiene la bondad de la malicia hecha hombre. Y, justo allí, comenzó la cruz de sus bendiciones, el fallo cometido a conciencia, el fallo que volvería a cometer, el siglo de las esperanzas inmortales y la mortalidad de sus ilusiones. Allí fue donde comenzó todo, en el mismo lugar donde ella sigue mirando aquel reloj roído por los momentos que ya sólo forman parte de las agujas, las horas no pasan... pero el tiempo nunca le da un respiro para pensar...
Sabe que se equivocó de destino, y que ese mundo no estaba hecho para ella, por eso, a veces, me gusta hacer que se debata dentro de sí misma mente y corazón y, sin robar más segundos de los que ella pierde cada noche, rozo sus manos cansadas y al temblor de su alma asustada, le susurro: "Dime, pequeña suicida, ¿por qué conservar cual primer beso todas y cada una de sus sonrisas y sus lágrimas? ¿A caso crees que te sorprenderá un futuro montañoso? ¿Qué es lo que sigue llevándote por esos lares prohibidos de dolor y borrosa felicidad? Dime cuándo será que la sonrisa sonría.", y, ella, sin apartar sus ojos de las letras de imprenta y la impotencia que consigue arrebatar la alegría de su ser, me devuelve las preguntas por si yo consigo encontrar la respuesta que ella aún no tiene.

>>Así arrancamos este nuevo escondite,
en donde explotaré y extorsionaré
hasta la última de las metáforas
para que confiese su delito...<<