16 de junio de 2007

Mis musas y yo.



Nada, no me sale nada, no debí haber concedido mi inspiración por un respiro, o pedido un respiro en mi inspiración.
Cuando hablamos de mis musas, ellas son muy celosas con su intimidad, tanto que yo no alcanzaría a saber qué ocurre en su interior. A lo largo de los años, nos hemos creado todas una burbuja que nos mantiene independientes, y ahora deben de estar durmiendo, quién sabe, a lo mejor ni las necesito.
O quizás sí.
Me pongo a pensar y lo cierto es que no pienso en nada, me hallo estática, sentada, mirando el infinito, y se antepone una nublina blanca a mi cerebro. Ni siquiera siento emociones concretas: no hay dolor, ni tristeza, ni alegría o felicidad, ni momento melancólico o ganas de superación. Nada. Tampoco me motiva ninguna canción, no me inician a saltar o recordar, correr o sonreír.
Quizás si las necesite.
O quizás es que me he vuelto demasiado ansiosa con mi inspiración; creo que está dispuesta las 24 horas del día, y resulta que tiene un horario previo. Bueno, pues ya pediré cita más tarde.
(Aquí se supone que se inserta una gran frase de finalización de texto, pero eso será para otro día, uno en el que, por ejemplo, estén mis musas cerca).

2 comentarios:

Laura García Martínez dijo...

;-) Gracias! y bonito blog. Sigue escribiendo, que las palabras muchas veces sirven más que las miradas. Muak!!

Anónimo dijo...

Nena! Las musas nunca se alejan realmente, siempre están ahí, sólo que a veces no las escuchamos precisamente porque estamos demasiado ansiosos por escucharlas, y no nos centramos en ellas, sino en que no escuchamos nada.