23 de octubre de 2011

Aguaceros de luz

Aguijones de papel. De papel de pantalla de ordenador. Nuevas máquinas de escribir. Nuevos escritores; nadie les conoce y nadie les quiere conocer, pero se retroalimentan de aplausos de luz, de luces de pantalla de ordenador. Espejos cóncavos donde esconder la cabeza, donde se refleja sólo hacia dentro, donde todos se ven y pocos se miran. Servicio de guardería permanente para adolescentes con tendencias suicidas y mentiras piadosas, para estudiantes de matemáticas que quisieron diseñar zapatos, para abogados casados de inclinaciones sintoístas; para octogenarios modernos.
Famas que son mar, sales y se evapora. Sales y eres pesado, sales y sólo resta la sal que te impregnó en el interior, que suele escocer. Es la ilusioria conciencia de quien la busca donde no la va a encontrar, pero es placentero el aguacero que, como la lluvia, repentina, impetuosa y de corta duración, te moja sin calar.

16 de octubre de 2011

Raja de limón

Niña, riza tus rizos, te están mirando. Desconoces el pudor del que nunca ha sido perfecto, ¡qué digo! Lo amasas cual solución errónea, descabellada e inquietamente acogedora, como si nada fuera más apetecible y temible al mismo tiempo.
El fragor de las escaleras que crujen de viejas sus maderas es la inanimada bienvenida, ni el sol quiso venir. Que dice que es demasiado pronto para respirar. Y la luna, ¡ah, la luna!, es una diminuta raja de limón cómplice de este amanecer indeseado, de pulpa rechupeteada, de descarada paciencia.
¿Y los tiovivos?