12 de mayo de 2008

Un toberllino y una cuestión encorpada.

Y después de todo, aún intacto se resguarda en mí un trozo del torbellino del que huí,
del que huyo,
del que me persigue y empapa.
Aquel que consistía en malas estrellas y lunas atravesadas, el que se miraba las manos y pensaba en voz alta, y sin querer "parece hoy más vacío que ayer". Aquel que no mentía. Pero se mentía. Porque huía, porque se huía.
El que se rompía y sólo recomponía el escaparate. Porque era más fácil así, porque era más fácil para él.

La incuestionable cuestión de los miedos y de las ambiciones que crecía en cuerpo de niña, y que ahora se ha hecho mayor, y no parece más maduro, sino más viejo verde, y sólo da consejos porque nadie antes se los dio a él. Porque los pide. Porque los necesita, porque parece hoy más vacío que ayer. Porque está hoy más vacío que ayer.

Y aunque le falte memoria, le sobra ilusión, y aunque sea un capullo en medio del jardín, ya se clavó espinas en las manos y en el pecho, y aunque mire para adelante avistando una pared, es un rompetechos.
Y aunque gesticule mucho ocultando el nerviosismo, tiene por bandera el despojo y la recogida, y la caída y la perseverancia.

Creció, y después de todo, se pelea de cuando en cuando con aquel instigado torbellino.

2 comentarios:

Asrham Rayeuk dijo...

La incongruencia de crecer, de querer huir simpre y al final regresar la mismo lugar.

Fascinante metafora.

Yeli dijo...

Algo complicada la vida adulta. Pasé a saludar.
Un abrazo.
Yeli