14 de febrero de 2007

El Final Perfecto De La Imperfección Romántica.

Esto es todo, así es como debía acabar, ya lo sé, tampoco estoy diciendo que me sorprenda, simplemente, me entristece. Un año y medio y éste es su final, el temido y esperado, el que nunca habría querido como fin; aquí está, presentándose frente a nosotros dos, presentándose ante mí.
Hemos jugado mal los roles, tú te equivocaste al elegir personaje y yo me equivoqué al tropezarme con tus palabras. Ha sido un círculo reiterativo lleno de emoción y traslados psicológicos permanentes, una continua vuelta al comienzo de lo que tenía que estar finiquitado, pero creo que junto al último punto y final que ponga, todo se enterrará bajo el suspiro de la boca que no te supo querer de otra forma que no fuera la más grande y peculiar del mundo.
La ventana cerrada...
Las canciones más extrañas y contrariadas...
El humo que se escapa por labios obsoletos...
El pabilo del amor quemado...
Y este corazón que bien podría representar la obsidiana más negra.
Está todo preparado, listo para olvidar.
Agacharé la cabeza tras el telón y mi fortaleza destrozará los castillos de los escenarios románticos. Bajo la atenta mirada del reloj, ansiaré mi ímpetu revolucionario revolucionando el semblante serio que tienen las palomas al atardecer y estrenaré los cuerpos que el viento aún no haya desgastado.
Ocuparé mi dolor con dolores ajenos y evadiré con mentiras la parte de la verdad que no me guste, y volveré a empezar.
Vaga mi locura cuando yo creo tenerla encerrada por los rincones donde la historia se desarrolló.
Vaga mi cordura persiguiendo la sanidad cuando creo tenerla controlada por las ruinas del drama trágico y ambas se suelen encontrar a eso de las cinco de la madrugada. Se quedan solas y se miran desafiándose, como si alguna fuera más fuerte que la otra para vencer en mi cabeza. Y no se dan cuenta de que ese fue el motivo principal por el que me torné completamente incoherente, y, éste, la incoherencia, por el que acerté en más derrotas de cuantas batallas gané.
Ahora nos vemos y no nos reconocemos, tú, mi mayor rival y mi fiel y querido enemigo nocturno, y yo, tu amante muda y palidecida, amiga de las rosas grises y paraisos inexistentes; dos que se conocen por conocerse, dos que se quisieron por quererse, dos que se mintieron por un miedo común a la mentira, dos que ya no son dos y dos que nunca fueron uno.
Tú y, luego, yo, no hemos ni ganado ni perdido, tan sólo cometimos el mayor de los pecados, razón suficiente para la excomulgación; nos matamos el uno al otro y cada uno a su manera. Tú te has convertido en un superviviente y yo en una suicida.
Melodías que se encargan de llenar los oídos que dejan de escuchar y una sonrisa extorsionando metáforas para deshacerse del peso del recuerdo. Todo concuerda y nada tiene explicación.
Así es como debía acabar. Tú y, luego, yo.

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